domingo, 15 de febrero de 2009

He vuelto a tí, mimosona

Sé -porque los genios todo lo sabemos- que estas semanas han sido atroces para tí, mimosona. Sé de tus angustias y tu temores por la ausencia de tu Amo y Señor, osease modestamente YO, el Gran Monotributo, el Adonis de Plutón, la dulzurita feminoine más andróginamente masculina.
No te preocupes guapetona, he vuelto a vivificar tu gladiolo casi mustio por la ausencia del viril por antonomasia, osease modestamente YO. En las últimas semanas estuve recorriendo el Cosmos. Pretendía realizar un viaje de perfil bajo para estudiar los principios de sabiduría universal que solo puedo encontrar con unívoco método de introspección dentro de MI, pues solo YO resumo la perfección total de las artes y las ciencias, eso sí con la modestia y humildad que me caracteriza. Pero fue vano el intento de pasar desapercibido en mi augusto periplo hacia MI MISMO . Era acercarme a una constelación, una estrella solar, una lluvia cósmica, hasta a un mísero asteroide, que todos, pero todos, eh...y cuando digo todos, son todos, estos astros palidecían ante mi belleza y solo atinaban a reflejar mi rostro perfecto, propietario de una insuperable calidad estética en parte heredada de mis papis Apolo y Palas Atenea, pero fundamentalmente constituida por la sabia conjunción de armonía, voluptuosidad, inteligencia y testosterona que la naturaleza otorga una sola vez al elegido celestial, osesea modestamente YO, el Gran Monotributo, el gran semental que vuelve a vivificar tus descuidados y mal atendidos humedales con pasión, ternura, comprensión, y el todo salpimentado con el natural dominio del macho sobre la hembra, que es lo que esta espera, por más que se haga la superada y lea libros escritos por maracas y masitas. Sí, mi esclava del amor, mi hurí de mi harén cósmico, he vuelto. Tendrás tus cinco segundos de clitórico desenfreno conmigo. Guarda esa eternidad en la cajita de los recuerdos. Solo por haber sido poseida un instante por el Adonis de Plutón, tu existencia vale la pena. Adios mimosona, me voy a afear un poco. Me da lástima seguir dando envidia a las estrellas y a los corales que subyacen avergonzados de mi beldad de dios olímpico, en las profundidades de la mar océana.